martes, 6 de noviembre de 2007

UN DESORDEN DE CONDUCTA

Para ser preciso hay que hablar de un desorden conductal con alteración de la percepción de la imagen personal en el que tiene gran incidencia el temperamento. Quien la padece, nunca está satisfecho con la actividad física que realiza, por lo cual desarrolla una compulsión que deriva en una adicción, tal como sucede con el alcohol y las drogas; con el agregado que tras el exceso de actividad, el organismo libera endorfinas que generan una sensación de satisfacción que luego el deportista no puede abandonar; y muchas veces esto lo conduce a descuidar sus relaciones sociales, aislarse y a compartir su tiempo sólo con adictos como él".

Los vigoréxicos participan de un ritual que no deja de sorprender por sus singulares características y su rigurosidad. Estos chicos entrenan con desmesura; traen su comida desde sus casas priorizando la ingesta de proteínas y desterrando las grasas de su dieta sin tolerar concesiones; calculan el tiempo de asimilación de los nutrientes para saber cuando deben volver a comer sin acumular grasa y ganar volumen; se auto administran planes de anabólicos; controlan su peso diariamente; se comparan con sus pares; y no toleran la abstinencia al ejercicio.

Cada uno de los excesos descriptos configuran las señas comunes que denotan los comportamientos de estos adolescentes que, según el decir de los profesionales, enmascara otros conflictos relacionados con la inmadurez y la construcción de la personalidad.

Los expertos describen a los vigoréxicos como individuos inseguros y portadores de una estructura psicológica débil, perfiles similares a los de enfermedades como la bulimia y la anorexia.

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